De todos los medios de comunicación social que existen, es la televisión la que no suele faltar en casi ningún hogar.
Esa ventana que se ha instalado en nuestros hogares y con nuestro consentimiento, nos da la posibilidad de asomarnos al mundo y nos informa de lo que acontece en cualquier parte de forma inmediata. Al presentarnos la información con imágenes, hace que las posibilidades educativas sean enormes. Pero no todo lo que sale por esa ventana tiene carácter educativo, así que los padres debemos estar atentos para que nuestros hijos reciban los mensajes y la información correctamente.
La televisión no es mala ni buena, todo depende de uso que se le de. Los padres deberemos tener las ideas claras en cuanto al uso que le den nuestros hijos y al tiempo que le dediquen. Hay que tener en cuenta que las televisiones se mueven por audiencias y van a emitir lo que más beneficio económico les proporcione.
De nosotros los padres depende que ete poderoso medio de comunicación social se convierta en un peligro o en una gran riqueza.
Si vemos la televisión en familia y nos damos un tiempo para hablar, pensar, intercambiar opiniones, etc., sobre lo que vemos, hasta de la peor programación podemos extraer experiencias positivas obteniendo el mensaje correcto de acuerdo a nuestras convicciones y valores.
Si por el contrario, tenemos la televisión como la niñera que entretiene a nuestros retoños, mientras nosotros nos ocupamos de nuestras cosas, la formación de nuestros hijos estará en peligro.
El mal uso de la televisión puede hacer daño a niños y mayores. El buen uso y la selección apropiada de programas puede ser formativo y enriquecedor.
Comparto con vosotros esta reflexión que he recibido hoy en mi correo electrónico sobre la meditación que hace un niño al final de su día.
“Señor, esta noche te pido algo especial…
“Señor, esta noche te pido algo especial… Convertirme en un televisor, quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la televisión de mi casa.
Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a todos los miembros de mi familia a mi alrededor. Ser tomado en serio cuando hablo.
Convertirme en el centro de atención al que todos quieran escuchar sin interrumpir ni cuestionarle. Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona…
Y tener la compañia de mi papá cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por estar conmigo…
Y que pueda divertirlos a todos, aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen todo por pasar unos momentos a mí lado.
Señor no te pido mucho. Sólo vivir lo que vive cualquier televisor…”
Mª Nieves López Villayandre
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