Educar… ese desafío tan agradable como complicado e inseguro. ¿Cuál es el trabajo de los padres en este caso? Simplemente convertir ese amor en un comportamiento que exprese eso mismo, amor por nuestros hijos, sólo así crearemos una interacción provechosa.
Estoy completamente segura de que educar es el trabajo más complicado al que nos podamos enfrentar. Cuando nacemos nuestro cerebro es un grupo de neuronas y tejidos preparados para absorber todo lo que le podamos dar. Y, en efecto, de nosotros los padres dependerá muchos años, aprendiendo a hablar, comportarse, ser feliz.
¿Qué queremos los padres? Hacerlo lo mejor posible, ofrecerles todas las herramientas posibles para que a la hora de enfrentarse a la vida, les sean útiles y así ser mejor personas.
Cuando el niño se porta bien y obedece la cosa va estupenda; pero en cuanto al niño le entran sus ataques de berrinche los padres se desilusionan y digamos que entran en una batalla entre la tristeza y el enfado. Incluso llegan a sentirse culpables del comportamiento de sus hijos y hasta llegan a dudar de su capacidad para educar.
Hasta no hace mucho tiempo la educación se basaba en ofrecerle al niño la básico. La educación la ofrecían los padres y los abuelos que normalmente estaban en casa. Hoy día los tiempos han cambiado, estamos muy preocupados por la educación de nuestros hijos, buscamos toda la información posible para saber qué hacer en cada momento. Aparte de esto, la educación la reciben de los padres, la escuela, los amigos, la televisión y últimamente Internet.
Algo muy importante en la educación es que hay que ser rectos y poner límites a los hijos. Debemos tomar consciencia de que no somos simplemente amigos suyos, sino educadores que ofrecemos un soporte y amor incondicional.
Desde que son pequeños, los niños necesitan de rutinas. Necesitan normas para sentirse seguros, fijar el aprendizaje y las conductas. Son también una buena herramienta para los padres ya que así motivan algunas acciones.
Cuando no tienen lo que quieren, los niños se frustran, pero la obligación de los padres es darles lo que necesitan, no lo que quieren. Como padres eso supone pasar muchos malos ratos de culpa que tendremos que aceptar y asumir, ya que las cosas nunca salen bien a la primera. Es muy importante no darse por vencido ni renunciar a la tarea de padres, lo que tenemos que hacer es seguir intentándolo hasta que nos salga.
A veces es muy posible que no haya pleno acuerdo, pero hay que ser muy firme a la hora de tomar decisiones tanto el padre que las toma como entre la pareja. Es inútil si el niño recibe mensajes contradictorios de los padres. Es decir, si uno de los padres castiga al niño y el otro padre le perdona o este no se mantiene, evidentemente se conseguirá bien poco.
Tenemos un medio excelente que es la palabra. Hay que hablar mucho con los hijos desde muy pequeños, explicarles por qué tiene que hacer esto o aquello otro, aunque creamos que no nos escuchan, debemos esforzarnos para inculcarles desde pequeños la importancia de la palabra.
Está claro que educar es algo muy complicado, con lo que es muy normal que a veces los padres sintamos que no sabemos qué hacer y que necesitemos tiempo para nosotros para poder sentir esa frustración después de haber ejecutado algo que al final no ha funcionado. Comprobar cómo nos sentimos y qué hacemos con esa frustración: ¿hacemos partícipe al niño y le cargamos con la responsabilidad o por el contrario asumimos ese sentimiento y dejamos que pase y se vaya?
Es un proceso de observación de los propios sentimientos que debemos hacerlo desde el punto de vista de la curiosidad sin sentirnos mal, ni pensar que somos malos padres y que no lo sabemos hacer. Se trata simplemente de comprobar qué sentimos con el comportamiento de nuestro hijo. ¿qué provoca en nosotros.
Cuando estamos en un lugar público y el niño se coge una rabieta, nosotros para terminar pronto con esa vergonzosa situación, le damos lo que quiere, pero le estamos demostrando que así consigue lo que quiere. Así que, es muy importante aprender a conectarnos con lo que el niño provoca en nosotros y lo que nosotros provocamos en él. Lo importante no es la decisión que se toma en cada momento, sino desde qué situación se toma: si es desde la rabia, el malestar, el enfado… Debemos pararnos y tomar aire, observar la situación con detenimiento y ver si lo que nos pide se lo podemos dar o no en ese momento. Hay que ser conscientes de lo que se hace y por qué.
En mi opinión no existe una estrategia eficaz. Hay que ser comprensivos con nosotros mismos y saber que por mucho que hagamos, siempre fallará algo. No existen los padres perfectos. Pero pienso que sí que podemos ser los mejores padres que nuestros hijos puedan tener.
Siempre hacemos todo lo posible por que todo salga perfecto, pero siempre hay momentos de duda y fracasos. Pero es que no somos perfectos, ni tenemos que pretenderlo. Hay que disfrutar de nuestros hijos. Tomémonos todo con sentido del humor, demos menos importancia a los problemas. La mejor y más maravillosa experiencia que puede tener un ser humano es tener un hijo y creo que todos los educamos perfectamente. La prueba está en que son personas maravillosas.
Vive de tal manera que, cuando tus hijos piensen en justicia, cariño e integridad, piensen en ti.
H Jackson Brown
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