Las petroleras son insaciables. Cuando el oro negro se convierte en un “tesoro” escondido bajo las aguas no miran nada más. Sencillamente, se busca cómo llegar a ellos perforando los fondos marinos con el fin de explotar los yacimientos.
Ni qué decir tiene que los ecosistema marinos están entre los más perjudicados por las prospecciones de crudo. En esta ocasión, los daños serían enormes, pues se trata de la biodiversidad única y tremendamente rica de la desembocadura del segundo río más grande del mundo: el río Amazonas.
Ese lugar donde el río Amazonas se encuentra con el océano Atlántico es ahora un área abierta para la exploración de petróleo, y el problema que representa dicha amenaza para el entorno ha hecho poner el grito en el cielo a los activistas ambientales.
Si ya vimos lo dañinos que eran las fugas de crudo en la selva amazónica peruana o en el Golfo de México, en este caso además de este riesgo se le suman todos los peligros a nivel ambiental que supone comenzar a extraer petróleo.
Tanto para el entorno como para la economía local, la salud de las personas y el planeta en general, pues además se trata de un enclave privilegiado como pocos e irreemplazable. Lamentablemente, estos aspectos podrían no ser decisivos a la hora de dar el beneplácito a las multinacionales que van a operar.
Concretamente, BP y Total, grandes multinacionales que podrían recibir las autorizaciones por parte del gobierno de Brasil para perforar el suelo en dicho territorio a un alto precio. Un coste invaluable, el de perjudicar el medio ambiente de forma irremediable.
Un tesoro ambiental que ayuda almacenar CO2
Al margen de la importancia de salvaguardar los ecosistemas marinos, máxime cuando se trata de la desembocadura del río más caudaloso del mundo, un tesoro ambiental que atraviesa Perú (donde nace) y distintos países como Colombia, Venezuela y finalmente Brasil, donde desemboca formando un estuario.
Si el Amazonas se considera una de las maravillas naturales del mundo, y buena parte del agua dulce del planeta recorre su cauce, al desembocar el agua dulce se mezcla con el agua salada en decenas de kilómetros, reduciendo la salinidad en un radio de miles de kilómetros alrededor de la desembocadura.
Por otro lado, preservar su equilibrio ayuda a la reducción de emisiones gracias a su función como sumidero de carbono. La captura de carbón a la que contribuye éste y otros grandes ríos es posible gracias a los microorganismos que habitan en la desembocadura del río Amazonas.
De acuerdo con Ajit Subramaniam y Doug Capone, científicos marinos, estos microorganismos arrastran consigo dióxido de carbono, liberándolo de la atmósfera y llevándolo hacia el océano. Es una clara muestra del papel clave que juegan los mares y los ríos de forma conjunta en la absorción de carbono.
Unos corales únicos recién descubiertos
Gracias a un robot acuático con el que Greenpeace ha explorado la zona, algo así como un minisubmarino biplaza, se ha descubierto en la región de la desembocadura del río Amazonas un espacio natural único, bautizado con el nombre de Arrecife Amazónico.
El buque Greenpeace y el mini submarino están en la desembocadura para documentar dicho bioma, cuyo hallazgo es una puerta abierta a un mundo todavía desconocido, caracterizado por una gran biodiversidad.
Desde Greenpeace reclaman protección para dicho enclave, puesto que puede verse amenazado por la exploración petrolífera. Tras su descubrimiento por unos investigadores, los activistas de Greenpeace decidieron acudir para hacer fotos que mostraran al mundo la importancia medioambiental de dicho entorno para así sumar nuevos argumentos a su petición de defender la desembocadura, incluyendo este arrecife.
Una rica biodiversidad en peligro
Conflictos de intereses La exploración petrolífera amenaza la supervivencia de este bioma único en el mundo. Sin ir más lejos, el Parque Nacional de Cabo Orange, en el que se encuentra una parte del arrecife, alberga el mayor ecosistema de manglares del mundo.
La cuenca del Amazonas, en definitiva, es un entorno muy rico en flora y fauna. Es el hogar de animales tan conocidos como el manatí americano, los delfines, jaguares, la tortuga amarilla del río Amazonas y las nutrias de río, actualmente amenazadas, según la lista roja de la UICN.
Primar los valores ecológicos y la economía local
Desde la asociación ecologista se reclama poner por delante el respeto al medio ambiente y sus beneficios para las personas. Frente a los intereses económicos de grandes multinacionales, los valores del entorno y de un planeta más verde ahora y en el futuro priman.
En palabras de Elvira Jiménez, coordinadora de la campaña de Océanos de Greenpeace:
Debemos defender el arrecife y toda la región de la boca de la cuenca del Amazonas de la avaricia de las empresas que anteponen los beneficios económicos al medio ambiente y a las personas.
La asociación ambientalista subraya la importancia de apoyar también la economía de subsistencia, de la que dependen muchas comunidades, cuyo principal sustento se basa en la pesca.
La importancia de evitar derrames
La campaña (goo.gl/x7JMB0) que ha iniciado Greenpeace para detener el proyecto de las prospecciones en este arrecife y en la desembocadura en su conjunto tiene como principal objetivo evitar el riesgo de derrame, una pesadilla que de producirse ocasionaría un daño sin solución.
Aunque las actividades petrolíferas normales, sin accidentes de por medio, resultan tremendamente agresivas para el ecosistema, el riesgo de que pudieran producirse derrames convierte las posibles fugas en un riesgo mayúsculo que supera todo lo demás. Así lo explican desde la asociación:
La posibilidad de un derrame por este proyecto pone en riesgo toda la desembocadura del Amazonas, que engloba ecosistemas únicos con una rica biodiversidad imposible de encontrar en otras partes del mundo. Es el hogar del manatí del Caribe y la nutria gigante, que ya se encuentran en peligro y que ven en estos planes empresariales una nueva amenaza a su supervivencia.
La asociación nos recuerda que perforar es sinónimo de riesgo constante de fugas o, lo que es lo mismo, de desastres ambientales cuyas consecuencias serían tan graves que ni siquiera se podrían valorar a nivel científico. Serían unos daños incalculables e invaluables, por supuesto a corto, medio y largo plazo.
Ana Isan
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