Los trastornos emocionales como depresión, estrés post-traumático u obsesivo-compulsivo pueden desencadenar estas conductas entre los adolescentes.
Es un mecanismo para regular emociones como el enojo o el miedo y reducir el dolor que se vive y no se puede expresar.
Las señales que deben alertar a los familiares son tristeza, irritabilidad, negativismo, desgano por desarrollar actividades, desinterés en el aseo personal, aumento o disminución del apetito, baja autoestima, ideas de culpa y aumento del sueño.
El tratamiento debe enfocarse en analizar el ambiente familiar y escolar, así como posibles enfermedades psicopatológicas.
Es recomendable acudir a sesiones para disminuir la ansiedad, aumentar la autoestima y desarrollar tolerancia hacia la frustración.
Los padres de familia deben poner atención en la conducta de los jóvenes, fomentar, la comunicación y la confianza, además de acercarse a ellos de manera asertiva.
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