En todas las parejas (y también en las familias) suele haber temas que no se tratan.
Ya sea algún episodio que uno de los integrantes desearía borrar o que no hubiera sucedido (¡pero pasó!), un hecho que de palabra se ha perdonado pero sigue calando hondo en nuestras entrañas y dejándonos un sabor amargo o una situación que es un “secreto a voces” pero nunca se ha enfrentado, hay algo que se está tratando de tapar y lo único que logra es generar angustia y envenenar la relación y tu presente.
Mi consejo es, simplemente, eliminar ese enorme “elefante” que ocupa casi toda la habitación y que te esfuerzas sobremanera por no tener en consideración o por disminuir el peso que realmente tiene en tus acciones y en tus sentimientos. L anegación nunca es una solución permanente.
¿Por qué eliminarlo?
Se me ocurren varios motivos:
- Te quita energía: es tan grande el esfuerzo por no tocar el tema o por acallarlo que terminas agotado.
- Te genera resentimiento e insatisfacción: estas dos variables son totalmente contraproducentes para tu relación (o entorno familiar). Si crees que estás haciendo un bien al callar, te diré que sucede todo lo contrario.
- Aquello de lo que no se habla va creciendo: silenciosamente, debido a los intentos inútiles de esquivarlo, su protagonismo va aumentando día a día. Algunas veces, incluso muta su apariencia o notas que se va presentando en otros aspectos de tu vida.
- Provoca otros efectos indeseables, como disminución del deseo sexual, indiferencia, desgano, frustración, maltrato verbal, poca paciencia, sensación de no querer estar donde uno está o con quien está, etc.
¿Cómo se elimina?
Pues tratando el tema lisa y llanamente con la persona involucrada, en el momento oportuno (que puede o no ser este).
Si sientes que has llegado al límite de tu capacidad de aguantar, que ya no le encuentras el sentido a seguir mintiendo o tapando circunstancias o que tú u otra gente involucrada (por ejemplo, tus hijos) ya han visto o escuchado demasiado, ha llegado el momento de actuar y de ponerle el pecho a la situación: exponer el tema, decir lo que piensas y sientes, de la forma en que puedas expresarlo o te salga.
Los instantes previos suelen ser los más difíciles pero, una vez que eso salga a la luz, te sentirás mucho más aliviado y relajado.
Por el contrario, si consideras que hablar del tema abiertamente puede traer consecuencias para las cuales no estás preparado aún, siempre y cuando lo que ocurre no ponga en peligro tu integridad física o psíquica, acepta lo que está sucediendo al 100% y acostúmbrate a vivir con ello. La aceptación en un porcentaje menos seguirá inflando el “elefante” que tratas de esconder u obviar y puede seguir trayéndote los mismos o mayores sinsabores.
Como siempre, la decisión y la responsabilidad sobre tomarla, posponerla o hacer oídos sordos es tuya.
¿Hay en tu vida algo de lo que no se habla? ¿Cómo lo manejas?
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