A nadie le agrada que su ego sea dañado. Mucho menos que se le humille y, peor aún, delante de otras personas. Se molesta a quien se le diga que se ha equivocado. La única manera de ganar una discusión es evitándola. Y si tiene necesariamente que llamar la atención de algo, llegará mucho mejor su mensaje si lo hace en forma indirecta, permitiendo que el otro salve su honor. ¿Y qué relación tiene esto con el punto de equilibrio? Aquí viene: cuando hay desacuerdos es conveniente buscar ese punto. Esto quiere decir, conversar primero sobre los temas en que se está de acuerdo.
Póngase en el lugar del otro y concuerde entusiasta en todo lo que comparten. A partir de allí, comience a plantear las diferencias. Si es posible, señálelas que se demuestre que es bueno para la otra persona, o al menos, que nada tiene que temer. Si necesita influir sobre otra persona, tráigala a su terreno. O al menos, busque un terreno neutral.
Sergio Valdivia C.
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