La ausencia de conflicto es la negación de su existencia. En toda ocasión que haya dos o más personas habrá cantidades de puntos en los que no piensen de la misma manera, es natural que así sea. Discutir es una manera de comunicarse. Siempre y cuando la discusión, entendida como intercambio de palabras y de ideas, esté basada en el respeto. A veces un simple comentario que en un principio parece sin sentido se transforma en una debacle. Esto indica que había temas subyacentes sin resolver, y que quedaron suspendidos en el aire hasta que la menor alusión a ellos hizo que estallen como una bomba.
Es peor hacer de cuenta que no pasa nada o que no se ha suscitado situación alguna que nos preocupa, nos incomoda o nos hace verdaderamente infelices, y relegarla “por el bien de la familia”, “para no pelear”, “si igual nada va a cambiar”. Esta negación implica una confrontación mucho más profunda, la tuya con tu propia esencia de quién eres y qué deseas en la vida. No enfrentar los acontecimientos y esperar que desaparezcan o se modifiquen por sí solos es una quimera. Se pueden sacar trapitos al sol de manera adulta, sin golpes bajos, para que el debate transcurra por carriles civilizados.
Muchas veces se comienza a charlar sobre un tema y sin saber cómo esto deriva en viejos rencores o temas recurrentes. Éste es un indicador de que hay situaciones del pasado que aún no se han saldado. O que hay heridas abiertas que siguen supurando ante el primer estímulo. Es una buena idea en estos casos respirar hondo, guardar la calma, tratar de no levantar el tono de voz y adoptar la segunda persona unos instantes para comprender más acertadamente el punto de vista de nuestro interlocutor. Acercarnos a su mapa nos dará un panorama cabal de lo que piensa y siente, y podremos así llegar a un lugar en común, siguiendo lo que nuestros pensamientos y sentimientos nos dictan.
Si aún tienes dudas, adopta la tercera posición, la del observador; así, al estar en un lugar neutral, podrás ver los hechos con más claridad, hallar soluciones originales y terminar con la discordia. Al pensar qué actitud tomar y evaluar opciones, no busques la aprobación de la otra persona, a cualquier precio, ni digas sólo lo que él o ella desean escuchar; ya que el precio que pagarás por esto será demasiado alto.
La falta de discusiones y de ideas encontradas, por lo general, significa ceder, dejar de lado nuestras creencias para abrazar las de la otra persona, por miedo a perderla, a que se enoje, o a que reaccione de una manera indeseada. Sacrificar tus creencias y tus principios nunca vale la pena, por nadie, ya que el hacerlo genera conflictos interpersonales que drenarán tu energía y te dejarán proclive a reacciones indeseadas en el plano físico o psíquico. Asimismo, el enmascarar tus verdaderos pensamientos provoca un gran resentimiento contra la otra persona o un enojo difícil de tolerar contra ti mismo, dos actitudes que pueden distorsionar tus percepciones y hacer que tomes decisiones que darán como resultado lo contrario a lo que verdaderamente deseas.
No vale la pena volver a referirse nuevamente a hechos que ya han sido debatidos en otras oportunidades. Si te das cuenta que alguna herida no ha cicatrizado, toca el tema nuevamente en sólo una oportunidad, por última vez; date el gusto de expresar todo lo que sientes y necesitas decir, y deja en el pasado ese capítulo de tu vida. Permítete darle un cierre y ponle un punto final, ya que es la actitud más sana que puedes adoptar. Mira hacia el futuro de aquí en más con energías renovadas.
Lo verdaderamente importante es la manera en la que cada integrante del conflicto capitaliza lo que quedó después de haber intercambiado ideas y emociones sobre lo que generó la discordia. Lo ideal es salir fortalecidos después de enfrentar una situación de esta clase. Aunque éste no parezca ser el resultado que se obtiene, bien vale la pena realizar nuestro mayor esfuerzo para alcanzarlo.
Fuente:
Mejora Emocional
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