A mediados del siglo XX, con el avance de la industrialización en México fuimos adoptando el hábito de mostrar nuestro afecto a través de regalos, muchas veces objetos de moda, y se alentó la creencia de que a mayor ostentación de los mismos mejor representación del tamaño y calidad de nuestras emociones.
No imaginamos entonces el nocivo impacto ambiental de convertir en basura los desechos de la mercancía que obsequiamos el Día de San Valentín, a veces superflua o innecesaria, y que es eliminada casi al parejo de la celebración, pues de inmediato moño, bolsa y envoltura van al bote de los residuos.
Transformemos nuestros hábitos de consumo al tomar conciencia de que:
- Podemos evitar la tala de bosques y pérdida de biodiversidad si usamos papel reciclado hasta ocho veces antes de que pierda su calidad, y también prescindir de consumo de energía eléctrica y agua para fabricar papel virgen.
- El celofán de las bolsas para envolver y adornar regalos y ramos florales son muy populares. Este material, que también es parte de las cintas adhesivas para sujetar el papel o el moño de los regalos, se elabora a partir de madera, algodón o cáñamo, así como de polipropileno, un derivado de petróleo.
- Al año utilizamos en promedio 150 bolsas plásticas de súper mercado fabricadas a base de petróleo, pero la naturaleza tarda cientos de años en degradarla.
- En el país se generan anualmente más de 42 millones de toneladas de residuos sólidos, volumen equivalente a 175 veces el de la Pirámide del Sol de Teotihuacan, y del que solo se recicla el 10%.
- Si recuperáramos todos los residuos valorizables que generamos, ya sean orgánicos o con valor de reciclaje, cerca del 80% de los mismos dejarían de llegar a los rellenos sanitarios, se ahorraría espacio y se alargaría su vida útil.
Fuente:
SEMARNAT, blog
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