Lo que motivo mi reflexión, es que solo asistieron 11 estudiantes, porque la mayoría considero que seguramente iba a ser algo muy aburrido y otros simplemente no entendieron porque ella los invitaba, si no eran conocidos.
La profesora y su esposo, prepararon toda la comida, tomaron en cuenta a los que eran vegetarianos, a los que comían pollo y a los que comían carne, prepararon acompañantes para los que estaban a dieta y para los que no y al final, les agradecieron a todos los que fueron a compartir, para favorecer el contacto y la relación entre todos.
Que especiales verdad!! Tanto, que podemos sorprendernos de que alguien sin ningún interés egoísta quiera hacerlo.
A nosotros nos puede suceder como a esos estudiantes, que nos saboteamos la posibilidad de compartir, de hacer algo diferente, de interactuar con otros aunque inicialmente no los conozcamos, y
de aportar algo, como en este caso, para construir un grupo de trabajo y porque no, para iniciar una amistad.
A veces los prejuicios, la rutina, las expectativas que tenemos o las preocupaciones con las que nos hemos acostumbrado a vivir, nos impiden reconocer un regalo esencial a tiempo de recibirlo, disfrutarlo y agradecerlo.
Yo decidí hace un buen tiempo, imitar las acciones positivas que realizan otros, con la intención de contribuir, compartir y suavizar la vida de las personas cercanas a nosotros. Así que voy a invitar a
nuestros amigos y a un par de personas que acabamos de conocer a compartir en casa.
Maytte Sepúlveda
Publicar un comentario