Por ello, tenemos una tarea maravillosa frente a nosotros: es la tarea de ubicarnos en el recuerdo de los momentos de comunión, adonde se lleva a cabo la comunión más sagrada. Adonde le decimos a Dios que tenemos un santuario dentro para el altísimo, para las cosas más maravillosas y que constantemente lo purificaremos.
Vamos a limpiarlo de todas las criaturas de la obscuridad – de los hábitos de nuestra personalidad que ya no nos sirven. Limpiaremos el exceso de materialidad que tenemos, para que solamente tengamos lo que podamos usar. Eso entonces nos libera de aquellos apegos a este mundo que nos bloquearían de comer y beber el amor y la Luz – y especialmente del Sonido: esa palabra de Dios que no se ha pronunciado.
- John-Roger
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