En los últimos días me he dado cuenta de la falta de motivación que tienen muchas personas. Puedo pensar fácilmente, en este momento, en un par de amigas. Veo cómo se les pasan los días sin que hagan algo para transformar su estilo de vida, para ganar entusiasmo, alegría, vitalidad y ganas de vivir. Estoy segura de que algunas ni siquiera se han dado cuenta de esto, se quejan de que no les pasa nada, siguen atrapadas en las mismas situaciones, pero, aún así, continúan esperando a que alguien llegue o algo suficientemente fuerte y emocionante impacte sus vidas, para recuperar, entonces, la motivación y el entusiasmo.
Esto es interesante, porque al dejarnos llevar por las viejas programaciones aprendidas, terminamos repitiendo el mismo comportamiento, basado en las creencias y en los prejuicios que aún no hemos cambiado
¿Qué vas a hacer para que tu vida se convierta en una experiencia más satisfactoria y gratificante? ¿Seguir esperando? Es tiempo de salir de nuevo a la vida, con la misma pasión, el mismo entusiasmo y la misma confianza con los que lo hiciste hace años.
Deja de esperar o de necesitar que alguien se haga responsable de tu felicidad y asume las riendas de tu vida. ¡Vamos, tú puedes lograrlo!
Necesitamos aprender a motivarnos a nosotros mismos para tener motor propio. Sentirnos motivados implica experimentar el impulso de hacer cuanto sea necesario para conseguir nuestras metas. Muchas veces necesitamos sentir que somos motivados por otras personas, pero cuando ellas dejan de impulsarnos nos detenemos casi instantáneamente.
Sentirnos motivados significa tener entusiasmo, voluntad y ganas de vivir, levantarnos cada día con optimismo; implica el no necesitar que otro nos recuerde el cumplimiento de los compromisos que hemos hecho con nosotros, con los demás y con la vida.
Cuando te sientes motivado eres más fuerte para perseverar en tu empeño. Además, puedes vencer los obstáculos con más facilidad. La falta de motivación hace que pierdas el sentido y la dirección de tu vida.
¿Cómo te gustaría vivir cada día? Muchas veces, a través de tu ejemplo y de tu actitud, eres tú quien motivas a otros a recuperar el entusiasmo y las ganas de vivir.
Comienza por ponerte una meta. Cuando quieres alcanzar algo en la vida, inmediatamente toda tu energía se alinea con tu intención, cada pequeño o gran esfuerzo comienza a estar dirigido hacia la consecución de esa meta. Es importante que la meta sea tuya realmente y no sugerida por otro, para que puedas desarrollar la motivación necesaria para alcanzarla. Haz cada cosa con pasión. Cuando hacemos las cosas con ganas, desarrollamos una fuerza que nos hace permanecer motivados durante todo el proceso. Cambia el monólogo negativo que te acompaña mentalmente. Después de un pensamiento negativo de desánimo, crea uno positivo.
Rodéate de personas entusiastas y optimistas que puedan fortalecer tu confianza y determinación con sus comentarios o con su ejemplo. Quiérete más, para que puedas tener la motivación necesaria para hacer cosas que van a beneficiarte a ti. Toma la iniciativa y haz algo diferente hoy… Puedes transformar tu estilo de vida.
¡Suelta el pasado, deja de preocuparte por el futuro, vive el presente, la vida es maravillosa, todo va a estar bien!
Vida para una estrella de Mar
Una historia: "En un lejano paraje de sol, paz y palmeras, se hallaba un viejo profesor, llamado Juan, que vivía en un pequeño poblado de pescadores. Su vida era tranquila y gozaba del respeto y la estima de todas las personas que lo conocían.
Juan era amante de los silencios y de la contemplación de la naturaleza. Todas las mañanas solía caminar por la orilla del mar, observando el disco solar que, pleno de vida y fuerza, le enviaba las más bellas inspiraciones. Miraba con detenimiento las aves marinas y los cangrejos correr presurosos sobre la arena.
Se maravillaba de la inmensidad del mar y de la fuerza armoniosa de las olas.
Se inspiraba con la intensidad del verde del mar, el azul del cielo y el amarillo de los cocoteros.
Un día, paseando por aquella playa desierta, Juan vio, a lo lejos, una figura que le llamó la atención. Era una joven que, por sus movimientos, parecía estar bailando en la orilla. Poco a poco, y conforme se fue acercando, comprobó que se trataba de una muchacha que recogía las estrellas de mar que se hallaban en la orilla sobre la arena y que, una a una, las devolvía al océano con gracia y ligereza.
'¿Por qué hace eso?', le preguntó el profesor un tanto extrañado.
'¿No lo comprende? -contestó la joven- con este sol de verano y la marea baja, si las estrellas de mar se quedan aquí varadas en la playa, se secarán y morirán'.
El profesor, sonriendo, contestó: 'Me parece que es usted muy ingenua amiga mía, pues, si no lo ha notado, existen miles de kilómetros de costa y centenares de miles de estrellas de mar que no podrá salvar… La verdad es que con tanto esfuerzo sólo conseguirá devolver unas cuantas al océano. Creo que lo que usted está haciendo, en realidad, no tiene ningún sentido'.
La joven, tomando otra estrella en su mano y mirándolo fijamente, le dijo: 'Tal vez, pero para esta estrella en particular, sí que lo tiene'. Y la lanzó al mar. Al instante le dedicó una amplia sonrisa y continuó con su trabajo, sin el menor atisbo de contrariedad.
Aquella noche el profesor no pudo dormir… Cuando llegó el alba, salió de su casa y caminó hasta la playa, y, sin decir palabra, se unió a la joven y comenzó a recoger estrellas y a devolverlas al mar".
¡Suelta el pasado, deja de preocuparte por el futuro, vive el presente, la vida es maravillosa, todo va a estar bien!
Vida para una estrella de Mar
Una historia: "En un lejano paraje de sol, paz y palmeras, se hallaba un viejo profesor, llamado Juan, que vivía en un pequeño poblado de pescadores. Su vida era tranquila y gozaba del respeto y la estima de todas las personas que lo conocían.
Juan era amante de los silencios y de la contemplación de la naturaleza. Todas las mañanas solía caminar por la orilla del mar, observando el disco solar que, pleno de vida y fuerza, le enviaba las más bellas inspiraciones. Miraba con detenimiento las aves marinas y los cangrejos correr presurosos sobre la arena.
Se maravillaba de la inmensidad del mar y de la fuerza armoniosa de las olas.
Se inspiraba con la intensidad del verde del mar, el azul del cielo y el amarillo de los cocoteros.
Un día, paseando por aquella playa desierta, Juan vio, a lo lejos, una figura que le llamó la atención. Era una joven que, por sus movimientos, parecía estar bailando en la orilla. Poco a poco, y conforme se fue acercando, comprobó que se trataba de una muchacha que recogía las estrellas de mar que se hallaban en la orilla sobre la arena y que, una a una, las devolvía al océano con gracia y ligereza.
'¿Por qué hace eso?', le preguntó el profesor un tanto extrañado.
'¿No lo comprende? -contestó la joven- con este sol de verano y la marea baja, si las estrellas de mar se quedan aquí varadas en la playa, se secarán y morirán'.
El profesor, sonriendo, contestó: 'Me parece que es usted muy ingenua amiga mía, pues, si no lo ha notado, existen miles de kilómetros de costa y centenares de miles de estrellas de mar que no podrá salvar… La verdad es que con tanto esfuerzo sólo conseguirá devolver unas cuantas al océano. Creo que lo que usted está haciendo, en realidad, no tiene ningún sentido'.
La joven, tomando otra estrella en su mano y mirándolo fijamente, le dijo: 'Tal vez, pero para esta estrella en particular, sí que lo tiene'. Y la lanzó al mar. Al instante le dedicó una amplia sonrisa y continuó con su trabajo, sin el menor atisbo de contrariedad.
Aquella noche el profesor no pudo dormir… Cuando llegó el alba, salió de su casa y caminó hasta la playa, y, sin decir palabra, se unió a la joven y comenzó a recoger estrellas y a devolverlas al mar".
Maytte Sepúlveda
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