Por más de veinte años mi madre trabajó en una fábrica y nunca fue una maestra profesionalmente.
Yo recuerdo que mi madre creaba hojas de papel con problemas de matemáticas para que mis hermanas y yo practicáramos matemáticas durante las vacaciones de verano. Ella quería asegurarse de que nosotras no nos olvidáramos lo que habíamos aprendido en la escuela. Mi madre me enseñó a bordar y coser vestidos. Ella me enseñó cómo hacer sofrito y arroz blanco. Ella me enseñó cómo orar y buscar de Dios. Mi madre definitivamente fue una maestra.
Y tal vez, su amor por el aprendizaje, me motivó a ser una maestra.
Todo padre es un maestro. Los padres le enseñan a sus hijos como caminar, hablar, comer, vestirse a sí mismo, y mucho más. Pero la manera que más les enseñamos a nuestros hijos es por nuestro propio comportamiento. Si maldecimos, ellos maldecirán. Si perdonamos, ellos perdonarán. Si mentimos, ellos mentirán. Si alentamos, ellos también alentarán. Nuestros hijos aprenden de lo que decimos, pero sobre todo, ellos aprenden de lo que hacemos.
¿Cuántas veces han conocido al padre o la madre de un amigo, y de repente usted tiene mejor entendimiento sobre su amigo? Cuando veo un niño que es desafiante e irrespetuoso, de seguro que su madre será igual. Un niño que es cariñoso generalmente tendrá un padre que es igual. Nuestros niños a menudo son un espejo de lo que somos y a veces la reflexión no es tan agradable.
¿Qué le está enseñando usted a sus hijos? ¿Le está usted enseñando a ser amable, considerada, amorosa, respetuosa, honorable y fuerte? ¿O le está enseñando a ser temeroso, cínico, prejuiciado, y odioso?
Dr. Vasthi
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