entre vísceras corroídas
por los sinsabores
de tatuajes sin brillo.
Sus alas ya no pueden cargar
el peso de besos amargos,
el sabor de caricias inconclusas,
el dolor de músicas aparcadas
Apaciguaran su alma
entre brotes
de flores marchitas.
Cerrarán sus ojos
con el reflejo de tu cara
grabado en su retina.
Dormirán el sueño eterno
al que fueron destinadas
en la voz de tu olvido.
Maria Glez Méndez
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