esconde la luz perpetua de los silencios,
creo encontrarte en la penumbra
de los sentimientos acalorados
de la estancia regia.
Suenan lentamente
las campanas del reloj somnoliento de profecías,
vuelven los cardenalitos viajeros
a buscar amparo en las ramas quejumbrosas
del árbol huérfano.
Mi alma calca las sombras
y se resiste a no oír los cantos perennes
vestidos de gris
para festejar los instante de soledad.
Oigo los pasos añejos del tiempo,
aturdido de quebrantos ajenos,
oloroso a la fragancia que aturdió
las ausencias ...
Mariela Lugo
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