Siempre deseamos que los demás nos acepten totalmente y, sin embargo, no estamos dispuestos a aceptarlos a ellos.
La aceptación es darnos a nosotras mismas y a los demás la capacidad de ser, sin más.
Cuando establecemos normas para los demás nos estamos comportando con arrogancia.
Sólo se pueden establecer normas para uno mismo e incluso entonces conviene que sean directrices en lugar de normas.
Cuanto más nos ejercitamos en aceptarnos, más fácil nos resulta abandonar los hábitos que ya no sirven.
Es fácil crecer y cambiar en un ambiente de aceptación.
Publicar un comentario