Desde nuestra niñez nos enseñan a decir “no”, para la mayoría de nosotros nuestra primera palabra fue decir “no”, y rápidamente se convirtió en nuestra palabra favorita. Cuando somos niños o adolescentes, utilizamos el “no” para diferenciarnos de nuestros padres, compañeros y de la gente que nos rodea. Es una de las maneras que usamos para controlar lo que está sucediendo a nuestro alrededor, o por lo menos, tratamos de controlarlo. Nos ayudo a pasar por los obstáculos que teníamos en nuestro desarrollo a una edad muy temprana, le dio sentido a nuestros primeros límites personales, eso es mucho significado para una palabra tan pequeña.
El problema no es el “no” en sí mismo, de hecho no es malo pronunciarlo, debes darte permiso para decir “no” como adulto, ya que esta palabra puede dejar fuera muchos problemas.
Un gran inconveniente es que “no” comienza a tener vida propia, más rápido que la tuya. La vida es “cambio”, y el “no” se convirtió en una forma de frenar ese cambio. Se lo utiliza como escudo para protegernos cuando no queremos experimentar algo nuevo o diferente. No debemos tenerle miedo al cambio, la vida está llena de posibilidades emocionantes, no utilicemos al “no” como una traba para mantenernos seguros, limita nuestro aprendizaje.
Usamos “no” para protegernos del cambio, como por ejemplo el gatito que está debajo de las sabanas sabiendo que no lo debe hacer y se cree que está oculto a nuestra mirada. El cambio siempre sucede, aunque tú no quieras, la sociedad siempre cambia no te pide permiso para ello, la gente que te rodea tampoco.
Seamos honestos, solemos decir “no” porque tenemos miedo, algunos temores son completamente razonables para nuestra supervivencia. Es lógico decir “no” si nos piden que saltemos de un puente o “no” a un pedazo de torta cuando eres diabético. Este “no”, no es el único impedimento que tenemos para nuestro crecimiento personal, para vivir una vida llena de satisfacciones. Si no que son estos tontos temores neuróticos que tenemos, como el miedo al rechazo, el de parecer estúpido o estar equivocados en lo que pensamos. Todos estos miedos que nos limitan, son en realidad miedo al compromiso, miedo de hablar en público y miedo de enfrentarnos a nuestro verdadero yo interno, a nuestros deseos más profundos. La lista de los miedos es interminable, todos hemos comprado alguna vez, algunos de estos miedos en nuestras vidas. Estos temores han dado forma a nuestra existencia, muchas veces en detrimento nuestro y en otras, de la gente que nos rodea.
Así que la próxima vez que nos enfrentemos a algo nuevo y excitante, y quieran aparecer estos pequeños temores neuróticos pregúntate ¿Qué necesito hacer para luchar contra ese “no” y poder decir “si” en su lugar?
Te lo digo en una sola palabra, Coraje.
Al igual que el león cobarde (el arquetipo del miedo) tenemos que encontrar nuestro valor. A diferencia de él, todos tenemos el conocimiento para enfrentar a nuestros temores, debemos encontrar el valor en nuestro interior. Dentro de cada uno de nosotros esta nuestro niño valiente dormido, dispuesto a asumir el desafío de lograr una vida más autentica, feliz y libre de esos temores que nos atan. ¿Qué mejor oportunidad para hacerle frente a nuestros miedos?
Hazte un favor, en este momento identifica y aborda al menos uno de tus temores internos. Encuentra una razón para decir hoy “si” y todos los días de tu vida. Nada tienes que perder, en realidad si, solamente a tu cobarde interior.
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