Va de la mano de los que divagan
las imágenes de la mujer perturbada.
Los gritos volátiles de un transitar incesante,
aturden la colina que esconde
en sus entrañas el papagayo
rasgado de aire apasionado.
El bosque dibujado
en la memoria de la andante,
siente florecer de petunias moradas
los caminos de su travesía.
Convalece su voz
en cada madrugada detenida
en la ronda de la existencia .
Predios de relojes sin agujas,
muñecas de trapos de ojos claros,
sombras ilusorias,
duendes que colindan
con la risa sarcástica de su demencia.
Vuelve la mirada…
observa la fronda residida de lagartijas,
sigue entre parajes e ilusiones.
Hostiga la dureza del estrato,
sus pies sangran de tanta búsqueda
A lo lejos divisa el amor perdido
tras el árbol delgado sin hojas.
Se devuelve… comparte con él
calzadas imaginarias e inhóspitas.
Cantan las aves sin plumas
los gritos del adiós .
Mariela Lugo
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