Jose Luis Duarte Jose Luis Duarte Author
Title: Resiliencia: Lección de oro para adolescentes
Author: Jose Luis Duarte
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Desde raspar un examen hasta sufrir el rechazo de los amigos, en la pubertad los muchachos son blanco de conflictos a veces traumáticos que ...
Desde raspar un examen hasta sufrir el rechazo de los amigos, en la pubertad los muchachos son blanco de conflictos a veces traumáticos que los ponen en jaque emocional y los hunden en pantanos de los que creen no poder salir. Padres y maestros pueden ayudarlos enseñándoles a conseguir resiliencia, esa habilidad para superar con éxito las crisis.


Cuando comience el año escolar, profesores y padres deberían escribir en la pizarra de las escuelas y hogares la palabra "resiliencia" y comenzar a discutirla con sus alumnos e hijos. Aunque el término suene extraño o incluso cueste pronunciarlo, la resiliencia es tan necesaria para la vida como común para la gente, solo que quizás pasa inadvertida para muchos, pues precisamente refiere a una capacidad que, en mayor o menor medida, tienen todos los seres humanos.

Según la Asociación Estadounidense de Psicología, este fenómeno puede ilustrarse como "el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza o a fuentes de tensión significativas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situaciones estresantes del trabajo o financieras. Significa saber que se puede 'rebotar' de una experiencia difícil, como si uno fuera una bola o un resorte", apunta una guía disponible en el sitio web ww.apa.org. En otras palabras, la resiliencia es lo que hace a una persona más fuerte psicológica y emocionalmente después de una situación traumática.

Pero no crea que esta habilidad es solo para personas con superpoderes o espíritus extraordinarios. De hecho, la misma asociación asegura que la resiliencia puede ser aprendida y desarrollada por cualquiera que desee ganar fortaleza interior y enfrentar mejor los problemas, siempre y cuando consiga una serie de conductas, pensamientos y acciones que incluyen, entre otros, "la visión positiva de sí mismo, la confianza en sus fortalezas y habilidades, las destrezas en la comunicación, la capacidad para hacer planes y concretar acciones para llevarlos a cabo junto a la de manejar sentimientos e impulsos fuertes".

¿Pero por qué es particularmente fundamental la resiliencia en la vida de un adolescente? La psicóloga venezolana Lilibec Villegas ha trabajado durante 20 años como especialista en la atención de conflictos conductuales de infantes y púberes. Por su experiencia como terapeuta y defensora acreditada por el Consejo de los Derechos del Niño del municipio Baruta, asegura que es necesario desarrollar desde muy temprana edad la capacidad de los muchachos para solucionar positivamente sus conflictos otorgándoles herramientas que robustezcan su autoestima.

"La resiliencia es vital para todos porque nos permite saber que, independientemente de las situaciones adversas que enfrentemos, no estamos condenados y podemos superarlas con nuestros recursos o la ayuda de otros. Es inevitable padecer conflictos y debemos prepararnos para ellos. Y desde la niñez debemos ofrecer a nuestros hijos soporte afectivo y herramientas de análisis para que aprendan que, en algún momento, van sufrir, llorar, tener obstáculos, pero que esos obstáculos pueden convertirlos en mejores seres humanos si saben sacarles el mejor provecho. En la adolescencia esto es aún más importante porque esta etapa es una crisis en sí misma, el muchacho enfrenta cambios biológicos, desafíos estudiantiles y conflictos de identidad que lo atribulan y lo mantienen en constante lucha consigo mismo y con los adultos. Promover la resiliencia en ellos es prioritario para que todos estos cambios sean menos traumáticos".

El camino en 10 claves
Metafóricamente puede decirse que la resiliencia es un viaje desde el hoyo de la crisis hasta la cima de su superación. Pero la psicóloga Lilibec Villegas insiste en que para que un púber logre completar este camino es fundamental el apoyo de las personas que le rodean. Hace un llamado a padres, familiares y maestros para que se involucren en este proceso. "Los adolescentes sienten que pierden apoyo porque se encuentran entrampados entre el miedo a los obstáculos que se les presentan y la rebeldía de no pedir ayuda por su deseo de autonomía. Por eso los adultos tienen que estar siempre allí, guiando y extendiendo la mano, aunque los chamos aparentemente no quieran. Solo así podrán fortalecer su personalidad".

Partiendo de esto, la especialista ofrece varias herramientas, sobre la base de cuatro verbos: escuchar, comprender, aceptar y guiar.

1.- Dar a conocer este fenómeno. "Los chamos deben saber que van a enfrentarse a factores de riesgo, pero que no están condenados si los raspan, si no tienen amigos, si sus padres no los comprenden o si tienen acné. En esa medida comienzan a preguntarse qué les está pasando y empiezan a buscar los recursos fuera y dentro de sí mismos para solventar esas situaciones difíciles. Hay que estimularlos a comprender por qué pasan lo que pasan y acompañarlos en el proceso".

2.- Confiar en las capacidades del adolescente. "El adulto suele pensar que el muchacho es incapaz de pensar por sí mismo y que hay que sobreprotegerlo sin darle derecho a opinar o decidir. Padres y maestros deben ir más allá de prohibir o presionar y entender que el chamo quiere su propio bien aunque a veces lo disimule, por lo que deben darle la oportunidad de que experimente, muestre su potencial, se equivoque y rectifique. Cuando se otorga esa confianza, los muchachos responden".

3.- Reconocer el valor de los vínculos sociales. "Los adolescentes necesitan de la gente de su edad, porque en sus coetáneos encuentran apoyo e identificación. Las escuelas deben aprovechar eso y auspiciar convivencias que promuevan la amistad con valores para que ese soporte sea constructivo. Los padres no deben rechazar las amistades de sus hijos por miedo a que sean malas influencias, sino abrirse al diálogo y manifestarles preocupación cuando sientan que están en peligro. El muchacho entenderá".

4.- Guiar desde la adultez. "Los chamos quieren autonomía, son contestones y rebeldes, pero necesitan adultos significativos que los hagan sentir queridos y en confianza. Lo ideal es que sean sus padres y por eso los progenitores deben acercarse a sus hijos desde el afecto y sin perder la autoridad. Muchos se rinden porque los rechazan o están en batalla con ellos. Hay que aplicar aquello de 'ama a tu hijo cuando menos lo merezca porque es cuando más lo necesita'. Si el muchacho se siente ignorado o acosado por su círculo de adultos, debe tomar distancia psicológica de eso y entender que no es su culpa y que son los propios conflictos de esas personas los que no le ayudan".

5.- No aleccionar desde el temor. "Los adultos tendemos a enseñar con sermones de regaño o amenaza, pensando que el chamo va a reaccionar a partir del miedo. Hay que enseñar a los muchachos que sus actos tienen consecuencias, pero buscando que ellos mismos discutan sobre el tema estimulando sus propias ideas. Hay que presentarles los problemas y promover en ellos la búsqueda de solución entendiendo el por qué. Eso es lo que los hará autónomos".

6.- Buscar ejemplos resilientes. "Hay que motivar a los muchachos mostrándoles en las escuelas y en casa biografías de hombres y mujeres que hayan pasado por crisis y las superaron de manera positiva. No tienen que ser santos o héroes de la historia patria. De hecho, lo ideal es que sean personajes cercanos a su mundo, deportistas, artistas, emprendedores. Eso les ayudará a identificar posibles salidas".

7.- Entender el poder de la diversión. "Los padres y maestros solemos rechazar el buen humor, las bromas o el espíritu parrandero de los adolescentes, pues creemos que con eso no toman nada en serio. Hay que promover la diversión de los muchachos porque les ayuda a relajarse y a potenciar sus energías para enfocarse en las responsabilidades. De hecho, no se trata de que evadan sus tareas o de relajar la autoridad, sino de respetar su código de alegría porque los chamos se sentirán aceptados y entenderán lo que les dicen. El optimismo es aliado en el fortalecimiento de la personalidad".

8.- Promover el reencuadre. "Como en la adolescencia los muchachos comienzan a enfrentar las primeras grandes decepciones, hay que motivarlos para que pongan los problemas en perspectiva y no los sobredimensionen, diciéndoles que lo malo que pasa es solo una alarma para pensar cómo cambiarlo. Si raspó una materia no debe decírsele que es un bruto sino insistirle en que tiene la oportunidad de mejorar con una acción distinta. Uno tiene un mapa mental para moverse en el mundo y ese mapa se parece pero no es el mundo, por lo que podemos cambiarlo para conducirnos mejor".

9.- Dejar fluir. "Hay que permitir que el adolescente invierta tiempo en actividades que lo hagan sentirse bien consigo mismo, que disfrute y le refuercen sus propias capacidades, sin censurarlo o castrarlo. Esto incluye desde deportes hasta hobbies o aficiones artísticas. Esto es importante porque está comprobado que fortalece la autoestima y ayuda a entender que se tienen capacidades propias y hasta se puede descubrir la vocación o el lugar propio en el mundo. Los padres deben dialogar con los hijos para que esos hobbies no interfieran con las responsabilidades, pero no prohibirlos".

10.- Tener a mano la ayuda... y dejarse ayudar. "Los padres y los maestros debemos manifestarles a los chamos que estamos allí, a su disposición para cuando lo necesiten, pero dejándoles la libertad de decidir si lo toman o no. Debemos siempre preguntarles qué les preocupa y atenderlos cuando vengan a nosotros. Por otro lado, los muchachos deben entender que buscar ayuda no los hace menos autónomos o débiles. Cuando no se puede más con un problema es una gran fortaleza reconocerlo. Además, esa ayuda ofrece una perspectiva distinta del problema y soluciones que a lo mejor uno no ve".

La especialista insiste en que la resiliencia será posible si un adolescente forja una personalidad integrada y con lazos fuertes de soporte emocional, lo que lo preparará para que en la adultez sea capaz de resolver sus problemas de manera positiva. "Esto no significa que el muchacho no va a sufrir decepciones o no va a llorar. Las crisis van y vienen en la vida y se es más o menos fuerte en cada una de ellas. Sin embargo, cuando se tiene autoestima y se conocen las fortalezas y debilidades, se es más flexible ante los cambios y las posibilidades de superación serán mucho mayores". Nunca mejor dicha la frase popular: lo que no mata, fortalece.

Lilibec Villegas. Psicóloga y psicoterapeuta.
Email: lilibec31@hotmail.com
Fuente: Mejor con salud

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