de sentir tus manos,
tu tibieza de hombre
en esas manos grandes
envolviendo a las mías
mientras dices mi nombre
o recorriendo mi cuerpo
con tus dedos inquietos
diciéndome en gestos
que tan solo yo entiendo,
que me sientes tan tuya
como la noche del día
y que te gustan mis formas,
suaves como la seda,
redondas como la luna
o tan firmes como la greda.
María Elena Astorquiza V.
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