y cómo el viento soplaba
estremeciendo los tejados
y el cristal de la ventana.
Las avenidas ya mojadas
reflejaban en sus suelos
la débil luz de los faroles
resistiéndose al desvelo.
La noche vino presurosa
sin la luna de testigo,
se revistieron los cielos
de un manto negro y frío,
sin embargo a mis pupilas
se asomaba ya la aurora
con su cielo blanco y rosa
y dos luceros encendidos.
Era la mirada de tus ojos
sobre mis pechos dormidos,
la noche se había hecho alba
porque tú estabas conmigo.
María Elena Astorquiza V.
Publicar un comentario