Es verdad que la felicidad no es siempre estable, fija, duradera. Más bien parece un parpadeo, una luz que dura minutos, como huecos de trecho en trecho en una red muy tupida. Los sufrimientos, en cambio, parecen un beso que se estanca, se posiciona, se adueña, se queda.
Si no se agota en ti la resistencia de la voluntad, ni la fuerza de las emociones, ni el hambre de aventura, ni la frescura de los hondos manantiales de la vida, has conocido la felicidad. Si los golpes no te rompen la fe, si la indiferencia no te cierra las manos, si el egoísmo y la avaricia no te secan los sentimientos y llegas al fin con capacidad de emoción, de llanto, de perdón, de ternura, de plegaria, de luz, has conocido la felicidad...
Fuente: Oasis
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