alegres cantan las alondras
hilando sus nidos
en el roble erguido
que en mil tardes de estío
cobijó a nuestro amor
del intenso calor
con la plácida sombra
de su manto frío.
Escucha cómo
cadenciosas danzan las hojas
sin alzar el vuelo
porque aún no es tiempo
y yo aprendo de ellas
porque saben de anhelos,
porque no desesperan,
porque saben que el otoño llega
y se irán con el viento.
María Elena Astorquiza V.
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