sentada a la orilla de las lontananzas,
me acompaña el peñasco
viudo de la ribera.
Persigo las hormigas andantes
como en filas de soldados
vestidas de negro rígido.
Advierto el pasar
de los peregrinos de la existencia,
van taciturnos en búsqueda
del sustento escaso.
¡Alzo mi voz! ¡Grito su dolor!...
Nadie escucha mi invocación.
quiero comprar la luz
para que tus pasos no tropiecen.
Te ayudo a extender tus manos frías
a la madrugada perpetua
correspondida con la precaria
paga de los tiempos.
Lloro al ver el pan bajo tu brazo
el envoltorio se quedó en la penuria.
Llegas a casa… la mujer barre los sueños
con la escoba del monte de la huerta,
El fogón rojo cuece el tetero claro,
son tiempos de pasos cortos
y lágrimas largas.
Tiendo mi mano, recojo tu marcha
la circundo en una mañana
de un bus de curvas sinuosas
Lloro tu ausencia,
busco refugio para ayudarte
pero mi casa también tiene las goteras
de la trepides de los días sin estrellas.
¡Alzo tu niño!,
su asma sigue atada al inhalador gris..
Encuentro un termómetro,
arqueo la fiebre de los espacios.
Me voy contigo a peregrinar
tus esfuerzos.
Sosiego tu piel quemada
de filas sin fin,
tu faz contraída de ocasos.
Tu vida, la mía…
Existo…sentada en el centro de la nada.
Mariela Lugo
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