en una noche de lluvia,
de relámpagos y truenos,
en el lecho de mis padres
y bajo el entablado techo
de nuestra casa de madera
bajo los cielos sureños.
Me acostumbré al frío largo
de los inviernos eternos,
leyendo junto al fuego
tendida sobre la alfombra,
tardaba siempre la primavera
y en vez de jugar con las flores,
perseguíamos nuestras sombras.
Y tu amor me hizo mujer de fuego,
mujer de aire, de agua y de tierra,
con el calor tibio de tus manos
me moldeaste como en greda
y atrás quedaron los días de niebla,
cambié mis ropas de lluvia y bruma
y me vestí ligera de sol y luna.
María Elena Astorquiza V.
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