que te cuidaras de mis ojos,
de mi voz y de mi cercanía,
que no te enamoraras de mí
porque ya no podrías devolverte,
que te robaría el alma entera
como habías robado tú la mía,
que tu destino sería quererme
y por toda la vida, el mío quererte.
Y aquí estamos los dos encadenados,
prisioneros voluntarios y sin queja
de un amor que nos une y nos libera
y sin embargo nunca nos aleja.
Hemos vivido tú y yo tantos veranos,
tantos otoños y tantos inviernos,
han florecido ya tantas primaveras
y yo sigo a tu lado sonriendo
y tú sigues abrazado a mi cintura,
el amor entre nosotros va creciendo
y nos hace alba la noche más oscura.
María Elena Astorquiza V.
Publicar un comentario