De repente, el hielo se quebró y uno de los niños se cayó, quedando preso en la grieta del hielo. El otro, viendo a su amigo atrapado y congelándose, tiró un patín y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas hasta, por fin, consiguió romperlo y liberar a su amigo.
Cuando los bomberos llegaron y vieron lo que había pasado, preguntaron al menor:
- “¿Cómo conseguiste hacer eso? ¡Es imposible que consiguieras partir el hielo, siendo tan pequeño y con tan pocas fuerzas!”
En ese momento, el sabio Albert Einstein, que pasaba por allí, comentó:
- Yo sé cómo lo hizo.
- ¿Cómo? – le preguntaron.
“Es sencillo, -respondió Einstein-, no había nadie para decirle que no era capaz”.
“Dios nos hizo perfectos y no escoge a los capacitados, sino que capacita a los escogidos. Hacer o no hacer algo, sólo depende de nuestra voluntad y perseverancia”.
Conclusión:
Preocupémonos más por nuestra conciencia que por nuestra reputación. Porque por la conciencia somos lo que somos y por la reputación somos lo que los otros piensan de nosotros. Y lo que los demás piensen de nosotros es problema de ellos.
Desconozco el autor/a.
Publicar un comentario