se observaron uno al otro
enmudecidos, anhelantes,
si fue un día o un momento,
un suspiro o un instante.
Ella se sentía tan amada
al saberse en su mirada,
sus ojos lo recorrían entero
aprendiendo de memoria,
de su cuerpo los senderos.
Él la contemplaba absorto
y con las pupilas encendidas
la desnudaba poco a poco
queriendo descubrir en su piel,
la tibia intimidad de su historia
María Elena Astorquiza V.
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