que sueltan pétalos ajados.
No entiendo, la noche de ronquidos ciegos
ni el orgullo de las encrucijadas juradas.
No entiendo, la ceguera del no verte
ni las palabras mudas que te llevaste.
No entiendo el abedul que no florece
ni las palmas sin hojas de la plaza inerte.
No entiendo, la lumbre que se apagó de esperas
ni la anestesia que no durmió tus ojos.
No entiendo el hurto de la mujer delgada
que dejó el botín en la calzada.
No entiendo, el adiós de la presa que devora
ni la impaciencia de los metales sin valor.
No logro entender la danza que aun suena
en el después pleno de sopor.
Mariela Lugo
Yaracuy Venezuela
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