Jose Luis Duarte Jose Luis Duarte Author
Title: ¿Les gritas a tus hijos para corregirlos?
Author: Jose Luis Duarte
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Todos lo hemos hecho: en un momento de frustración extrema con nuestros hijos, les gritamos fuerte y hasta echamos uno que otro insulto par...
Todos lo hemos hecho: en un momento de frustración extrema con nuestros hijos, les gritamos fuerte y hasta echamos uno que otro insulto para que nos pongan atención. Sin embargo, esta táctica raramente funciona.

Hay estudios recientes que comprueban todo lo contrario: lejos de conectarnos con nuestros hijos y ganar su atención, gritarles puede dañar la relación padre-hijo.

¿Por qué es malo gritar a tus hijos, y qué otras estrategias puedes usar para que te hagan caso?

1. Gritar sube el volumen. 

Todo el mundo sabemos que los ruidos fuertes molestan y se entienden menos. Al gritar tú estás escalando el nivel de molestia de una forma agresiva, y el volumen de tu voz demuestra tu enojo.

Por lo tanto, es lógico que tus hijos se acostumbren a contestarte gritando también, y entre el escándalo nada se oye bien.

Si quieres que tus hijos te escuchen, acostumbra a usar una voz bajita, para que ellos tengan que bajar su voz y dejen un espacio para la comunicación verdadera.

2. Gritar muestra una falta de control. 

Si no puedes controlar tu voz y tus reacciones impulsivas no debes esperar que tus hijos lo hagan tampoco.

Ya conocemos el sentimiento de impotencia que nos enciende cuando empezamos a gritar con coraje. En estos momentos, además de subir el volumen, muchas veces desgraciadamente subimos el contenido de nuestros comentarios, volviéndonos insensibles e insultantes.

Si quieres que tus hijos aprendan a auto controlarse, debes poner la muestra, pensando antes de hablar y manteniendo el control sobre el volumen de tu voz.

3. Gritar es una falta de respeto. 

Al gritar a tus hijos les estás diciendo, “¿Que no me oyen? No son capaces de entender mis palabras en una voz normal. ¡Son tan deficientes que les tengo que gritar!”

El hábito de gritar e insultar a los demás hace que el ambiente en casa se devalúe. En vez de propiciar la comunicación efectiva, este tipo de discurso pone a todos a la defensiva y hace imposible la apertura necesaria para el diálogo.

Cuando tú les gritas a tus hijos, en forma agresiva los estás poniendo en un plano muy por debajo de ti, haciéndolos sentir menos.

A nadie le gusta sentirse intimidado y menospreciado por alguien que les grita constantemente.

4. Para la comunicación efectiva hay que forjar vínculos. 

Debes evitar los gritos porque espantan las posibilidades de cercanía con tus hijos. Para que realmente te hagan caso debes establecer lazos de respeto y cariño con ellos.

Busca oportunidades de disfrutar momentos de complicidad cuando comparten sus intereses en un ambiente tranquilo. Invierte en tiempo de calidad, para que motives una respuesta positiva cuando hablas con voz normal y respetuosa.

Si quieres que tus hijos te escuchen, no es necesario que subas la voz. Haz hábito de escucharlos a ellos, y dales un espacio en tu horario y tu corazón para que te traigan las noticias de sus vidas, y te confíen sus opiniones y sus sueños. Si existe una relación positiva entre ustedes, es muy probable que no tengas que gritar para captar su atención.

5. Las reglas y acuerdos ayudan a evitar los gritos.

Antes de presentarse situaciones difíciles, es importante establecer claramente las reglas de la casa. Involucra a tus hijos para llegar a acuerdos sobre las expectativas comunes, y qué consecuencias tendrán las infracciones.

Cuando llegue el momento de exigir que se cumplan las reglas, no tendrás que gritar ni enojarte, porque te puedes recurrir al acuerdo.Tus hijos así aprenderán a ver lo que pides como algo natural en vez de un capricho o imposición tuya.

6. Examina tus expectativas. 

Si estás pidiendo lo imposible, la frustración te llevará a desesperarte. Antes de gritar, asegúrate de lo siguiente:
  • Tu hijo entiende. En una voz normal, o en un pacto preestablecido, has dejado claro lo que necesitas o esperas de él.
  • Tu hijo puede. Lo que estás pidiendo está dentro de su alcance. No estás pidiendo algo inapropiado para su edad ni cosas que él no sabe hacer.
  • Tus expectativas son razonables en este momento. Por ejemplo, no tiene caso enojarte porque tu hijo dejó el baño tirado en la mañana si ya es noche y está en su cama bien dormido. Tienes que aceptar que hay cosas pertinentes al momento y otras cosas que no se pueden cumplir en este instante. 7. Facilita el cumplimiento. En casa organiza los horarios y rutinas para minimizar las oportunidades de tener enfrentamientos.
Si hay buenos hábitos en la mesa a la hora de la comida, por ejemplo, es muy probable que no tendrás la tentación de gritar, “¡Siéntate! ¡No te pares hasta que terminemos de comer!”, y que tu hijo no entre en discusión contigo en este momento.

Las expectativas que se vuelven hábitos son fáciles de cumplir y no se prestan al conflicto.

8. Busca tu propio espacio. 

Necesitas estar tranquilo para dirigirte tranquilamente con tus hijos.No puedes evitar los gritos si tu propia vida te lleva por el camino acelerado de la frustración.

Nutre tu propio espíritu, buscando tiempos y espacios para disfrutar el silencio y la calma, y haz el esfuerzo por cuidar tu horario, no sobrecargándote de tantas actividades y exigencias. Quédate con tu reserva de energía y buen humor.

Margaret McGavin


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