- Generalizar: siempre, nunca, todo, nada, jamás…
- Etiquetar: “que torpe eres” “inútil” “desastre”. Actúa como una profecía autocumplida.
- Lenguaje peyorativo: ironías, ridiculizaciones y humillaciones.
- “Cállate, eres el último mono de esta casa.”
- “Eres igual de cabezota que tu madre.”
- Atención selectiva a lo negativo: fijarnos sólo en lo que ha hecho mal.
- Amenazar: “como no recojas se lo digo a tu padre”, es diferente a las normas.
- Chantaje emocional: “Así quieres a tu madre…con lo que yo he sacrificado por ti” Esto les hace sentir culpables. No les podemos responsabilizar de nuestras emociones.
- Anticipaciones negativas: ir de adivinos. “Ya sabía yo que esto tenía que pasar” “Seguro que suspendes”.
- Catastrofismo: “Algún día tenemos un disgusto” Les hace sentir que no confiamos en ellos y les transmitimos miedos e inseguridades.
- No sobreproteger y no dejarles actuar solos. Los niños necesitan más tiempo que nosotros para hacer las cosas. Muchas veces los padres caen en el error de decirles constantemente cómo deben actuar y están pendientes para corregirles sin darles tiempo para que ellos solucionen sus tareas.
- Compararles con sus hermanos o con otros niños. El niño pensará que le quieren más a su hermano porque es mejor. Esto aumenta los celos.
- “Eres un patoso. ¿No puedes subir la escalera como tu hermano? ¿No ves que él no se cae?”
- Será mejor decirle: “Ayer te agarraste a la barandilla y no tropezaste. ¿Por qué no lo haces así hoy”.
- Indiferencia. Si se habla del niño a otras personas, conviene implicarle en la conversación para que no se sienta ignorado y sepa que su opinión sobre si mismo también interesa.
- Exigirle demasiado para su edad. Si le exigimos más de lo que puede hacer, probablemente se desanimará.
- No presionarles para que se muestren como no son:
- “Cuando vayas al colegio no digas… ni hagas…”
- “No pongas esa cara que van a pensar que eres tonto.
Desconozco a su autor
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