Tenemos unos cuantos amigos adultos, independientes desde hace muchos años, con sus propias familias, pero que aún mantienen una relación de dependencia conflictiva con sus padres. Sucede que, en la mayoría de los casos, los recuerdos negativos, las heridas afectivas que todavía no han sanado y las actitudes y comentarios que se repiten en la dinámica que existe entre ellos y que en el pasado los afectaron profundamente hacen que sea difícil mantener una buena relación.
Los padres a quienes les cuesta trabajo reconocer y aceptar que sus hijos ya son adultos y tienen una vida propia, continúan queriendo asumir el papel de protectores de sus hijos, parejas y nietos, sin darse cuenta de que al hacerlo interrumpen su dinámica familiar, generando como respuesta un comportamiento defensivo y hasta agresivo en algunos casos por parte de estos. Con el agravante de que, al no poder comprenderlo terminan sintiéndose víctimas de la ingratitud y el maltrato por parte de las personas que quieren tanto y a las que solo trataban de proteger y orientar para que no cometan los mismos errores que ellos, o para evitar que tengan que afrontar problemas o peligros más adelante, completando, así, un círculo de insatisfacción y conflicto que se repite y los mantiene distanciados.
Muchas de estas actitudes son inconscientes e impulsadas por el amor protector en la mayoría de los casos. Los hijos, por su lado, desean dejar de sentirse afectados por los comentarios y el comportamiento de sus padres para lograr, al fin, que estos reconozcan su independencia, sus logros y capacidad de construir y mantener su propio estilo de vida, sin la intromisión amorosa y a veces dominante de unos padres que resaltan sus errores o incapacidades, queriendo mostrar una mayor capacidad, conocimiento y experiencia, aun cuando lo que los motive sea el amor.
En una situación como ésta, es necesario acortar las distancias que nos separan y construir acuerdos que nos permitan soltar el pasado, aceptar lo que no podemos cambiar y resaltar los elementos positivos que existen en la relación y que tal vez han permanecido ocultos a causa de los conflictos que mantenemos presentes la mayor parte del tiempo. Rescatar el amor y deseo de reconciliarnos para continuar con la vida sin resentimientos hará que llenemos ese espacio mental y emocional de mejores sentimientos y pensamientos hacia los padres, hacia nosotros y hacia el mundo.
Ahora que somos adultos, debemos ejercer nuestra madurez para cortar los hilos invisibles de una dependencia afectiva negativa que nos hace buscar inconscientemente la aprobación de nuestros padres y, por ende, que tengan un comportamiento diferente.
Maytte Sepúlveda
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