La vida de un rumor suele ser, por lo general, efímera y por mucho que nos empecinemos son difíciles de evitar o apagar. El rumor tiene algo que atrae incluso a los más moralistas.
Un rumor no es estable, cambia, se amplifica según su discurrir. Su significado procede del latín: voz que corre entre el público. La verdad es que la mayoría de nosotros manifestamos públicamente el rechazo hacia este tipo de comunicación, sin embargo, muchas veces no escapamos a la curiosidad que suscita. Esto puede ocurrirnos en el ámbito personal, social y laboral. Personalmente creo que a todos nos sería aconsejable aprender del sabio consejo del cuento de las tres bardas de Sócrates, de autor desconocido y que dice:
Un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y empezó a hablar de esta manera:- ¡Maestro!, quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…
Sócrates lo interrumpió diciendo:-! Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de las tres bardas lo que me vas a decir?
- ¿Las tres bardas?
- Si – replicó Sócrates,- la primera es la VERDAD. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?
- No… Lo oí decir a unos vecinos…
- Pero al menos lo habrás hecho pasar por la segunda barda que es la BONDAD. ¿ Lo que me quieres decir es por lo menos bueno ?
- No, en realidad no; al contrario…
- ! Ah! – interrumpió Sócrates. Entonces vamos a la última barda. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?
- Para ser sincero, no; necesario no es.
- Entonces – sonrío el sabio.- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… Sepultémoslo en el olvido…
Los rumores no están exentos de ambigüedad y la mejor arma que conozco para atajarlos es, de una parte el uso preciso del lenguaje, y de otra, la constante reflexión de cómo poder hacer mejor las cosas.
Un cordial saludo
Ana María Miranda
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