Nos han enseñado a vivir para complacer a otros, pensando que de esa manera podemos ser más felices o que las personas que amamos nos querrán mucho más. Pero lo cierto es que, en la mayoría de los casos, cuando actuamos de esta manera solo prevalece la sensación de sentirnos utilizados y poco valorados por ellas, sin pensar en que tal vez fuimos nosotros, con alguna de nuestras creencias y comportamientos, quienes organizamos y manejamos nuestra vida y las relaciones familiares de esta manera.
La autoexigencia también suele ser una actitud que nos lleva a vivir llenos de estrés, ansiedad y preocupaciones. Al mismo tiempo, solemos exigirle de la misma manera a las personas a nuestro alrededor, poniendo en riesgo el buen funcionamiento de nuestras relaciones personales y familiares. Es tiempo, por lo tanto, de tomar unas cuantas respiraciones profundas, para bajar el ritmo y preguntarnos si exigiéndonos más, sin darnos descanso, podremos realmente ser más eficientes y sentirnos más satisfechos con la vida que llevamos. El único que puede suavizarte la vida eres tú.
Maytte Sepúlveda
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