Si vas en busca de la felicidad, hay algo seguro: que no vas a lograrla. Surge cuando ni siquiera estás pensando en ella, sin buscarla. Deja de buscar, y la habrás encontrado, porque buscar supone un esfuerzo de la mente, y no buscar significa un estado de relajación. Y la felicidad solo es posible cuando estás relajado.
La felicidad es siempre un derivado, no la consecuencia directa de una búsqueda. La felicidad no tiene nada que ver con el triunfo; la felicidad no tiene nada que ver con la ambición, con el dinero, con el poder ni el prestigio. La felicidad está relacionada con tu consciencia, no con tu carácter. La felicidad ocurre sin más. No es algo que se pueda controlar, ni fabricar, ni disponer. Es simplemente el estado de despreocupación, de relajación de tu ser con la existencia. Y está ahí; no va y viene. Está siempre ahí, como tu respiración, como el latido de tu corazón; pero si la buscas encontrarás la infelicidad.
Hay que comprender algo fundamental. El ser humano desea la felicidad; por eso es desdichado. Cuanto más desees ser feliz más desdichado serás. El deseo mismo de felicidad puede ser la causa del sufrimiento. En el mismo momento en que empiezas a desear la felicidad te alejas del presente. Te alejas de lo existencial, te trasladas al futuro, te metes en un sueño. Nadie puede llegar a lo real por mediación de lo irreal. Te has equivocado de tren.
El deseo de felicidad simplemente demuestra que eres una persona infeliz, y ésta proyecta en el futuro que algún día será feliz. Pero ese mañana es una proyección tuya, de lo que eres hoy, surgirá de esa infelicidad y serás aún más infeliz.
Lo primero es estar aquí y ahora. Sea lo que fuere, tienes que estar aquí y ahora, y entonces se producirá una revelación formidable. Esa revelación consiste en que nadie puede ser infeliz en el aquí y el ahora. La felicidad está donde tú estés. Está a tu alrededor, es un fenómeno natural. Es como el aire, como el cielo. La felicidad no es algo que hay que buscar, es la materia misma del universo… (así que…) mata el pasado, no pienses en el futuro e intenta ser desgraciado: no lo conseguirás. No lo conseguirás por muy diestro que seas en el sufrimiento.
La alegría significa entrar en tu ser. Al principio resulta difícil, arduo. Al principio tendrás que enfrentarte con el sufrimiento; el camino es muy duro. Pero cuanto más te internes en él, mayor será la recompensa. Una vez que hayas aprendido a enfrentarte a la desdicha, empezarás a sentirte alegre. Un día tienes ante ti la desdicha y te enfrentas a ella, y de repente, se produce el cambio: ves la desdicha como algo distinto de ti, como algo ajeno a ti; era una simple ilusión, una identificación en la que te habías metido. Ahora sabes que no eres eso, y se produce un estallido de alegría, una explosión de alegría.
Nadar puede ser meditación, como correr… cualquier cosa puede ser meditación si tú no eres. El éxtasis es algo del corazón, de la totalidad. Y baila hoy, no mañana. Que la danza sea aquí y ahora, y que venga de tu totalidad. Abandónate; emborráchate. Sí, la alegría es una locura, y solo los locos pueden permitírsela. La persona cuerda, normal y corriente, es tan lista, tan astuta y calculadora que no puede permitirse la alegría, porque no la puede controlar. Si quieres seguir manteniendo el control, nunca serás alegre, solo desdichado. Solo la desdicha puede ser controlada, por la sociedad o por ti.
Cuando eres realmente feliz, tu ego desaparece, sientes de repente una profunda unidad con el todo. Cuando eres desdichado quieres estar solo; cuando eres feliz quieres compartir.
El éxtasis de la felicidad es salvaje; no puedes controlarlo, no es un asunto de la cabeza, sino del corazón, es cuestión de sentimientos. Tienes que perder todo el control. Tienes que lanzarte al abismo, y es un abismo insondable. Caes y caes y nunca llegas al fondo porque la alegría no tiene fin. Es un proceso interminable, eterno. Y tan enorme que, ¿cómo vas a controlarlo?
Vive en la alegría, en el amor, aun entre quienes odian.
Vive en la alegría, en la salud, aun entre los afligidos.
Vive en la alegría, en la paz, incluso entre los atribulados.
Vive en la alegría, sin posesiones, como los luminosos.
El vencedor siembra odio porque el perdedor sufre.
Abandona la victoria y la derrota y encuentra la alegría.
Vive en el mundo sin pensar lo que va a ocurrir. Da igual que vayas a ganar o perder. La muerte se lo lleva todo. Que ganes o que pierdas carece de importancia. Lo único que importa es cómo has jugado el juego. ¿Lo disfrutaste, el juego en sí mismo? Entonces todo momento es un momento de alegría.
Osho: Alegría
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