- Pierde el miedo a lo que los demás puedan pensar: dentro de unos límites razonables, tú eres la primera persona que debe estar satisfecha con su conducta.
- Acepta la ansiedad como parte del proceso. Es normal que te pongas nervioso o te sientas incómodo a la hora de decir que no, pero no sucumbas a este malestar diciendo que sí y tratando de quitarte el problema de encima cuánto antes, porque así solo conseguirás diferir una situación indeseada, pero no resolverla. En relación a lo anterior, recuerda las consecuencias negativas que te puede acarrear aceptar, y que seguramente no se verán compensadas por el alivio emocional momentáneo que experimentarás si aceptas.
- Colócate frente a un espejo y entrena un estilo de comunicación asertivo; piensa en situaciones cotidianas en las que tengas que decir que no, y observa mentalmente tu comunicación no verbal, escuchando también tu lenguaje verbal. ¿Suena convincente?
- Haz una jerarquía de esas situaciones, y clasifícalas para analizar desde aquellas en las que más difícil te resulta negarte a lo que te piden, hasta aquellas en las que te cuesta menos decir que no, y comienza desde hoy mismo a dejar claro a los demás todo lo que no deseas hacer.
- Di que no sin dar demasiadas explicaciones; así ofrecerás menos argumentos a aquellos que te quieran convencer de lo contrario.
- Interioriza esta idea: “es posible que no hagas ni seas aquello que deseas, pero siempre tienes la opción de no hacer ni ser aquello que no quieres”, y ponla en práctica cada vez que te enfrentes a una situación en la que no desees hacer lo que te proponen.
Campaña Por La No Violencia Contra Las Mujeres
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