El aprecio me llena de vitalidad y entusiasmo. Me siento renovado y lleno de energía. Mi corazón está abierto y receptivo a nuevas experiencias, sabiendo que veré y percibiré el bien en todo aquello que tenga ante mí. Al llevar a cabo mis actividades diarias, lo hago con un ritmo de amor y gratitud.
Digo en voz alta: “¡Gracias”! Como si el mundo entero pudiera oírme, e imagino que el universo me responde: “¡De nada!”
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