Aquellos que se me presentan cuando pensé que iba a tener un día tranquilo o que iba a poder disfrutar de algo sin mayores novedades.
De hecho, siento que encontrarme con ellos cara a cara se trata de una ventaja. Es que cada vez que esto sucede, puedo acceder a muchas más cosas positivas que negativas:
Primero y principal, tengo la oportunidad de darme cuenta de que no tengo todo bajo control y de que hay muchas cosas que escapan a mis designios, y esto es bastante bueno: me ubica en el lugar en el que estoy y me recuerda que no puedo manejar todo lo que se me presenta.
Para mí, cada límite implica un desafío. Un reto a vencer. Un nuevo horizonte al que llegar.
Los límites me dan la enorme posibilidad de conocer nuevas facetas de mi personalidad que anteriormente no había explorado.
De percibir de forma concreta todos los cambios que he hecho y el crecimiento que he tenido desde pequeña, cuando me sentía frágil e insegura frente a la vida.
De saber que tengo delante de mí un abanico de posibles soluciones por descubrir y que gran parte de las resultados dependen de mi capacidad, de mi inteligencia y de lo que yo haga o decida omitir hacer.
De entender que también puedo ayudar a que otras personas a que hagan cara a sus límites e intenten sobrepasarlos de la mejor manera posible, para poder llegar a lo que está más allá de esa pared.
En resumen: cuantos más límites se me presentan, más preparada estoy para enfrentarlos. Más entera me siento. Más deseos tengo de empujarlos hacia adelante para desdibujarlos, desintegrarlos y que desaparezcan o muten a algo más pequeño y manejable.
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