Me quedé con el sabor de tus besos en mis labios, con esos momentos que serán irrepetibles e inolvidables, con esos olores de la cocina aquella donde chocamos nuestros vasos de vino tinto entre pláticas de todo y de nada que nos llenaban las tardes, con las luchas cuerpo a cuerpo cuando el amor nos hacía, con la desnudez de tu sonrisa cuando me sorprendiste al llegar a casa, ese invierno lluvioso que entibiamos en la cama.
Me quedé esperando una palabra tuya para detenerme, un gesto amable que me despertara de la pesadilla de tu adiós, y mire por tanto tiempo tu rostro cuando retuviste esa lágrima que se atragantaba en tu garganta mientras la distancia se iba colando entre nosotros, y mis cansados emprendieron ese viaje al abismo al que me sumiste, y me quedé esperando que abrieras tus alas para rescatarme de ese infierno.
Me quedé llena de amor que no quisiste recibir, con caricias sin estrenar que tienen por destino únicamente tu piel, con el tatuaje de nuestra historia que no se puede borrar, ni en ti, ni en mi, con el olvido roto en mil pedazos, con una semilla que no terminó de germinar, con los labios en pedazos, los rasguños en mi alma sangrando, con tu voz gritando en mi cuando me amabas, y que ahora poco a poco se va enmudeciendo.
Me quedé con las ganas de ser feliz, de hacerte eternamente feliz, de cuidarte, de consentirte, de darle la razón a tus mañanas, de ser ese porqué se existe, de ser tu más leal compañera, de defenderte ante las injusticias, de sacar el pecho contra quienes te atacaran, de hacerte el amor todas las noches de cada luna que nos viera besarnos, me quedé sin ti, pero tú, también te quedaste sin mi, nos quedamos sin lo mejor de nuestras vidas.
BR
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