tu boca
susurrando contra
mi pecho,
que no rompa tu voz
el silencio,
que no nos sorprenda
la noche
así desnudos sobre
el lecho,
que nadie escuche
mis suspiros
escapando indiscretos
mientras
me visten tus besos.
Acalla mis labios
inquietos
que no saben vivir
en calma
ni tampoco guardar
secretos
y quieren contar
a gritos
que yo te entregué
mi alma
en aquel mismo sitio
donde
por primera vez,
me miré
en tus ojos benditos.
María Elena Astorquiza V.
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