su brillo suave y cálido irradiaba
todos los rincones de la vieja casa
con sus canciones antiguas, su voz,
era un haz de luz que cantaba fácil
Me acariciaba el alma cuando yo estaba triste
se quedaba sentada a la orilla de mi cama,
su silencio y mi silencio se juntaban
y se hacían confidencias en un idioma
que solo madre e hija pueden comprender
Recuerdo las tantas y tantas veces
que yo vine a buscarla y la encontré siempre
dispuesta a arrancarle la negrura a la noche
para ver mi sonrisa, que a su vez
la hacía sonreír. Ella sabía hacer magia.
Mi madre sigue siendo un haz de luz,
etéreo y eterno me acompaña siempre
su silencio y mi silencio aún se hablan
cada vez que miro al cielo y pienso
que solo nos separa un poco de tiempo.
©Vicky Toledo
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