la paradoja de sus rieles alineados
en silenciosos espacios solo guardan horas apresuradas.
El aire continua presuroso con su carga
de partículas de polvo removido
una y mil veces.
Los remolinos utópicos semejan chupetas de gigantescos colores,
el vagón perfora los silencios y la paz de la arteria vial
recibe el dardo del cuerpo sin vida de la ciudad dormida.
El horizonte acuna el sol que sueña con el río,
un canto desprevenido invade los verdores,
huele a mastranto seco y comienzan a arder
las lineas metálicas que esperan las locomotoras .
la colina reverdece con la cortina bordada de agua,
una figura agitada vuelve a tropezar,
no le valió su prisa por llegar a tiempo,
era tarde....
El tren se ha ido
su traqueteo recogió los boletos amarillos,
el reloj ya no está,
se lo levó la violeta callejera
en el carruaje morado de la tarde.
Mariela Lugo
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