hasta que apareció el jardinero
que supo regarla con delicadeza,
y así ,
poco a poco,
sus mustias raíces volvieron a revivir,
con el agua de sus labios
con el sol de sus ojos
con el amor de sus cuidados
Hoy aquella flor marchita
vuelve a brillar
en el jardín de la ciudad,
esplendorosa
llena de vida,
llena de color
María Glez. Méndez
Publicar un comentario