peregrino de la noche,
La calle filtrada se sonroja
ante el espejismo eterno de no verte.
Ella, desea revelar el secreto
fusionado en los ayeres.
Solo encuentra el vaivén de las liturgias,
las que leyeron juntos
cuando el abedul florecía
en palabras de silencio,
cuando confundida entre luminarias
no supo elegir los caminos del verdor.
Hoy, sus harapos acijados de tiempo
reclaman la presencia omisa
de un amor inexistente
que duele en una alforza
bañada de luz moribunda.
Crecen las constelaciones.
el cuerpo yerto aparenta la vida
que se llevó la nube
de los altares grises.
Los ojos de la noche se han desalineado
de tanto mirar el horizonte rojizo.
Aun huele a violetas moradas
de esperanza sempiterna.
Muy quedó oye en la lontananza
un canto que no reconoce.
Es la soledad empacadora de almas
centinela sin respuestas.
Mariela Lugo
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