tu faz húmeda de fronteras
abarca mi delirio viajero de minutos.
He palpado tu prisa.
He sentido la suavidad de tu abrazo
a las montañas azules y
el verdor de la eternidad
preña tu ego apurado de frío.
Punto cardinal de mi esperanza,
brisa solemne de un día bañado de horas rojas
solo el Creador me habla de tu risa
la sombra recoge sámaras de un camino perdido
llevando cestas floridas a los terraplenes helados.
Septentrión, tu has vivido en mis sueños.
Has barrido los campos con la mirada azul,
has teñido la nieve de color imaginario,
has soplado las mejillas sonrosadas,
has soportado la frialdad de la ladera sombría,
has asustado a los pájaros silvestres,
acompasando el canto del miedo
en la huida violenta.
Septentrión… he conocido tu grandeza.
he mirado tu cuna tejida de árboles rotos.
mi mano te espera… hilo tu regreso
Eres efímero, silente, taciturno.
recorro tu piel de mil caminos,
eres mi espejo de marco gris
colgado en la cima amarilla de crotos plásticos.
Septentrión… no tienes descendencia.
Mi sueño dorado te sigue los pasos,
eres mi norte, mi guía,
salimos tomados de la mano
Con el rostro empapado de lluvia de tu seno.
leo el salterio de los viejos libros sabios,
vuelvo a encontrarme contigo
La tierra da vueltas en su afán de peregrina
tu representas el mañana que veo irse
saltas la cerca de la casa grande
que huele a adobes húmedos.
Septentrión…
Conozco tus pasos…
Son los míos…
Mariela Lugo
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