de mi cuerpo, de mi alma,
del amor que oscila de la sombra a la luz.
He dejado mi pudor a campo abierto
para escuchar el canto de las aves en su vuelo
y extenderlo entre los tréboles cuando el sol se oculte.
Lo dejé a la orilla del arroyo,
en un lugar cualquiera,
casi sumergido en las onduladas aguas.
Dejo también mi nombre entre los sauces
y en él, toda mi historia no escrita,
con sus sesgos de realidad,
con sus delirios de deseos,
su ligereza, su embriaguez,
y la torpeza escondida en los ojos entornados
fingiendo excusas que no sirven.
He dejado mi pudor, ofrenda de una verdad
que tal vez existe y en la duda, un reencuentro:
¿Contigo quizás?
No sé quién eres,
déjame que te imagine viendo mi desnudez.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autoradel amor que oscila de la sombra a la luz.
He dejado mi pudor a campo abierto
para escuchar el canto de las aves en su vuelo
y extenderlo entre los tréboles cuando el sol se oculte.
Lo dejé a la orilla del arroyo,
en un lugar cualquiera,
casi sumergido en las onduladas aguas.
Dejo también mi nombre entre los sauces
y en él, toda mi historia no escrita,
con sus sesgos de realidad,
con sus delirios de deseos,
su ligereza, su embriaguez,
y la torpeza escondida en los ojos entornados
fingiendo excusas que no sirven.
He dejado mi pudor, ofrenda de una verdad
que tal vez existe y en la duda, un reencuentro:
¿Contigo quizás?
No sé quién eres,
déjame que te imagine viendo mi desnudez.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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