una soga en la garganta, astillas de llanto,
una mano escondida para no sentir el aire,
la ausencia, la timidez, el temor, la duda.
Si no fuese un poema desnudaría el frío de mi piel en una hoguera.
Hiere el amor cuando duele tanto,
cuando embiste la impotencia en un ruedo vacío.
Si no fuese un poema,
¿veneraría al esclavo que siempre me persigue con un fardo a sus espaldas?
Esa sombra deforme que se adueñó del látigo
y empuja mis pasos por un equivocado rumbo.
Si no fuese un poema el frío mármol de una máscara
se adueñaría de mi palabra,
y habría una firma en el suelo sobre la huella del verdugo.
Pero soy un poema,
y la mujer que lo acuna, como a un niño, cuando no puede dormir.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autorauna mano escondida para no sentir el aire,
la ausencia, la timidez, el temor, la duda.
Si no fuese un poema desnudaría el frío de mi piel en una hoguera.
Hiere el amor cuando duele tanto,
cuando embiste la impotencia en un ruedo vacío.
Si no fuese un poema,
¿veneraría al esclavo que siempre me persigue con un fardo a sus espaldas?
Esa sombra deforme que se adueñó del látigo
y empuja mis pasos por un equivocado rumbo.
Si no fuese un poema el frío mármol de una máscara
se adueñaría de mi palabra,
y habría una firma en el suelo sobre la huella del verdugo.
Pero soy un poema,
y la mujer que lo acuna, como a un niño, cuando no puede dormir.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
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