y la vida buscaba liberarse de él.
Ahora los cuencos están vacios,
llenándose apenas con llantos escondidos.
Se fueron distanciando para morir de silencios
creyendo que renacían dueños de sí mismos.
-Un solo cuerpo y dos voluntades-
Iban ciegos por la misma senda, sin rozarse,
buscándose en cada orilla.
Pasarán las horas,
los días, los años,
las flores, el invierno,
la nieve, la sequía.
Y envejecidos morirán
unidos en un eterno
abrazo.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
Ahora los cuencos están vacios,
llenándose apenas con llantos escondidos.
Se fueron distanciando para morir de silencios
creyendo que renacían dueños de sí mismos.
-Un solo cuerpo y dos voluntades-
Iban ciegos por la misma senda, sin rozarse,
buscándose en cada orilla.
Pasarán las horas,
los días, los años,
las flores, el invierno,
la nieve, la sequía.
Y envejecidos morirán
unidos en un eterno
abrazo.
Olga Maria Sain
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