se convirtieron en piedra,
camuflaje en la mudez, estigma en la tempestad.
Y aguardan su momento.
Acechan como dardos que intentan envenenarse de plomo fundido
y solo se adornan de sal, de aromas quebrados.
Saltan del grito al canto, del canto a una súplica
y más tarde se precipitan a insondables simas.
Queman con el frío que hierve en sus entrañas,
frío del ayer que nunca fue cuenco para acoger su torrente.
El abrazo esquivo, las manos que temblaban
al posarse en mis hombros un breve momento
casi rasgándome la piel en la caricia.
La lluvia del invierno me amparaba de la soledad en mi exilio.
Penas que voy deshojando lentamente en el tiempo,
espiral que retorna siempre que me desoriento
del hechizo de la sonrisa cuando llega un nuevo día.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
camuflaje en la mudez, estigma en la tempestad.
Y aguardan su momento.
Acechan como dardos que intentan envenenarse de plomo fundido
y solo se adornan de sal, de aromas quebrados.
Saltan del grito al canto, del canto a una súplica
y más tarde se precipitan a insondables simas.
Queman con el frío que hierve en sus entrañas,
frío del ayer que nunca fue cuenco para acoger su torrente.
El abrazo esquivo, las manos que temblaban
al posarse en mis hombros un breve momento
casi rasgándome la piel en la caricia.
La lluvia del invierno me amparaba de la soledad en mi exilio.
Penas que voy deshojando lentamente en el tiempo,
espiral que retorna siempre que me desoriento
del hechizo de la sonrisa cuando llega un nuevo día.
Olga Maria Sain
©Derechos Reservados
Texto publicado con autorización de su autora
Prohibida su reproducción parcial o total sin la autorización de Olga Maria Sain
Publicar un comentario
Click to see the code!
To insert emoticon you must added at least one space before the code.