Escritor franco-belga
Nació el 13 de febrero de 1903 en Lieja, en el seno de una familia de clase media arruinada.
Trabajo como aprendiz de panadero, de vendedor en una librería y de reportero de sucesos en la Gazette de Liège.
Su madre nunca quiso aceptar que se dedicara a la escritura. Obsesionada con la idea de tener una vejez segura, hubiera preferido que fuera ferroviario. Simenon conoció el éxito temprano y le enviaba a su progenitora una buena suma cada mes. Ella le devolvió todo, moneda a moneda.
Sus relaciones con las mujeres fueron intensas y difíciles. Alguna vez confesó haber tenido dos mil amantes, la mayoría prostitutas. Se casó dos veces, aunque pensaba que el matrimonio "es una institución estúpida e incluso inmoral".
El mayor drama -"un padre nunca se recupera", escribió- fue el suicidio de su hija Mary Jo, a la edad de veinticinco años. No pocos han visto en el afecto que Simenon profesaba por su hija algo incestuoso. Patricia Highsmith, autora de Extraños en un tren y otras grandes novelas, escribió sobre este asunto: "Mary Jo fue descrita por uno de sus doctores en su vida adulta como 'un caracol sin concha'. Su vida emocional se había centrado en Simenon y la correspondencia entre ellos se lee más como cartas de amor que como un intercambio entre padre e hija".
En su juventud escribió artículos antisemitas y sobre él se cierne la sospecha de haber colaborado con los nazis durante la ocupación. Su hermano menor, Christian, fue simpatizante de Hitler y se vio envuelto en un oscuro episodio que dejó una treintena de muertos.
Escritor prolífico, fue autor de cientos de novelas populares utilizando diversos seudónimos. Es conocido sobre todo por su serie de novelas policíacas del inspector Maigret, que resuelve sus casos gracias a una notable intuición psicológica y a un conocimiento profundo de las motivaciones del delincuente. Las novelas han sido traducidas a 55 idiomas.
En 1922, se trasladó a París y al año siguiente se casó con su amiga Régine, una estudiante de arte apodada Tigy. Tuvo una aventura tumultuosa con Josephine Baker. En 1929 elaboró un nuevo personaje ficticio: el commissionaire Maigret. Dos años después, en 1931, organizó una gigantesca fiesta parisiense, el Baile Antropométrico, para lanzar las novelas de Maigret.
Concebir un libro le llevaba un día y escribirlo un par de semanas. Autor también de novelas "duras", por las que André Gide lo proclamó "el novelista más grande del siglo". Otras obras suyas también tratan el tema policiaco, como El hombre que miraba pasar los trenes (1946) y Confessional (1968).
Su autobiografía, Memorias íntimas (1981), pone de manifiesto sus propias obsesiones y cuenta la historia del suicido de su hija; otros cuentos autobiográficos son Cuando yo era viejo (1972), Carta a mi madre (1974) y la novela que recreó su infancia y adolescencia Pedigree escrita en 1948 pero que hasta 1985 no se publicó.
Su obra, escrita entre 1920 y 1972, es enorme: 80 Maigret, 115 "novelas duras" (no policiacas) y 200 "novelas populares" escritas con seudónimo. En 1972, renunció a la novela y a la máquina de escribir para dedicarse a sus "Dictados" en grabadora, que ocupan 21 volúmenes. Después de residir en Francia, Estados Unidos y Canadá en 1955 se estableció en Suiza.
Georges Simenon falleció el 4 de septiembre de 1989 en Lausana, a los 86 años; dejó tres hijos varones.
Los fantasmas del sombrerero
Era el 3 de diciembre y seguía lloviendo. El número 3 destacaba enorme, negrísimo, con una especie de abultada panza, sobre el color blanco crudo del calendario colgado a la derecha de la caja, en el tabique de roble oscuro que separaba la tienda del escaparate. Hacía exactamente 20 días, porque aquello había ocurrido el 13 de noviembre -también con un 3 obeso en el calendario- que habían asesinado a la primera vieja, cerca de la iglesia de Saint-Sauveur, a pocos pasos del canal. Y llovía desde el 13 de noviembre. Podía decirse que hacía 20 días que estaba lloviendo sin interrupción.
La mayor parte del tiempo caía una lluvia continuada y crepitante, y al andar por la ciudad, si se pegaba uno a las paredes de las casas, podía oír cómo corría el agua por los canalones; la gente elegía calles porticadas para poder guarecerse durante un momento; al volver a sus casas se cambiaban de zapatos; en todas las viviendas había abrigos y sombreros secándose cerca de la estufa, y los que carecían de ropa para cambiarse vivían en una perpetua humedad fría.
Oscurecía mucho antes de las 4, y algunas ventanas estaban iluminadas de la mañana a la noche.
Eran las 4 cuando, como todas las tardes, Monsieur Labbé salió de las trastienda, donde cabezas de maderas de todos los tamaños se alineaban en los estantes. Subió por la escalera de caracol que se hallaba al fondo de la sombrerería. En el rellano se detuvo y, después de sacar una llave del bolsillo, abrió la puerta de la habitación para encender la luz.
¿Acaso anduvo, antes de hacer girar el conmutador, hasta la ventana, cuyos visillos de encaje, muy gruesos y polvorientos, estaban siempre corridos?. Probablemente, porque tenía la costumbre de bajar al estor antes de encender la luz.
En aquel momento pudo ver, apenas a unos metros de distancia, a Kachudas, el sastre, en su taller. Estaba muy cerca, porque la calle era tan angosta que se tenía la impresión de vivir en la misma casa.
El taller de Kachudas, situado en el primer piso, encima de su tienda, no tenía cortinas. Hasta los menores detalles de la habitación se dibujaban como un grabado al buril, las flores de papel de las paredes, las manchas de moscas en el espejo, el pezado de jabón de sastre plano y grasiento que colgaba de un cordel, los patrones de papel marrón sujetos a la pared, y Kachudas, sentado sobre la mesa, con las piernas dobladas, y teniendo al alcance de la mano una bombilla eléctrica sin pantalla que se acercaba con la ayuda de un alambre. La puerta del fondo, que daba a la cocina, siempre estaba entreabierta, pero la mayoría de las veces no lo suficiente para poder ver su interior. Sin embargo, se adivinaba allí la presencia de Madame Kachudas, porque de vez en cuando los labios de su marido se movían. Se hablaban de una habitación a otra sin dejar de trabajar.
Fuente: buscabiografias.com
Publicar un comentario