El estrés nos empuja a vivir en una especie de carrera loca para conseguir metas materiales, nos quita el sueño y nos roba el placer de vivir. También nos lleva a perder el control de nuestra vida, acabando con la creatividad y el sosiego al tratar de cumplir con los asuntos pendientes de una agenda llena.
El enojo, la tensión nerviosa, la irritabilidad y la incapacidad para concentrarnos en lo que hacemos o tenemos que resolver son los síntomas inequívocos de que tenemos estrés. Es necesario que aprendamos a canalizarlo y a recuperar la tranquilidad. Lo primero que deberíamos hacer es establecer prioridades, aprender a distinguir entre lo importante y lo urgente. ¿Y cómo hacer esto? Es muy sencillo, pregúntate: ¿Lo que me preocupa es en verdad tan importante? ¿Qué pasaría en cinco años si no me ocupo de este tema pendiente? ¿Cambiará mi futuro? Si la respuesta es no, la tarea que nos agobia es un “urgente” y no un “importante”, por lo tanto lo podemos tachar, delegar o aplazar sin angustia.
Cuando logres encontrar un poco de tiempo y baje tu nivel de prisa, no te inventes otra tarea pendiente o compromiso inmediatamente. Más bien reserva ese tiempo para no hacer nada, pero de verdad nada y además, sin culpa. Unos minutos serán suficientes para relajarte, tranquilizarte y retomar energías. fuerzas.
Si te resulta muy difícil no hacer nada, entonces haz algo que te guste mucho como bailar o tomar un curso de comida exótica, o prepárate una taza de té verde y tómalo calmadamente mientras observas desde lejos los ríos de gente estresada y atareada (evita el café y las bebidas cola porque estimulan el sistema nervioso y aumentan el estrés).
El ejercicio disipa el estrés, alivia la ansiedad y mejora el estado de ánimo, para mí es liberador. También puedes tomar una larga ducha, unos minutos más tarde te sentirás como nuevo y listo para compartir con tu pareja y con tus hijos.
Si estoy en un lugar donde no puedo caminar para liberar el estrés, recurro a pequeños ejercicios de relajación que consisten en llenar lentamente mis pulmones de aire y aumentar la oxigenación del cerebro, y luego lo saco con mucha lentitud hasta dejarlos vacíos, al mismo tiempo que visualizo que al botar el aire, sale la tensión y al aspirar imagino que entra en mí una sensación de paz, energía y renovación.
Para evitar consumirnos en el estrés debemos aprender a vivir en presente, reconociendo los detalles del lugar donde nos encontramos, sintiendo el aire que respiramos. Deja de vivir amargado por un pasado que ya pasó o preocupado por un futuro incierto que no sabemos qué traerá.
Aprende a rezar o a meditar, activa ese poder curativo interno y recupera tu paz.
Cuando sienta que ya no puedes más, entra a un templo, siéntate en la última banca y mira a tu alrededor, entrega tus angustias y llénate de la paz del lugar, cierra los ojos y pídele ayuda a Dios. Yo te aseguro que la paz llegará a ti y que todo se resolverá de la mejor manera posible.
Maytte Sepúlveda
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